miércoles, mayo 30, 2007

Un dios es el culpable.

Éramos seres de ocho extremidades, cuatro brazos y cuatro piernas.
Teníamos una cabeza que alojaba dos rostros. Uno al costado derecho y otro al costado izquierdo.
Se componían de ambos sexos o del mismo, hombre-hombre, hombre-mujer, mujer-mujer.
Estos seres habitaban la tierra como cualquier otro, y hacían de las suyas por todos los continentes existentes en ese entonces. En el entonces de la antigüedad.

Se dice que Zeus, ese poderoso dios que no dio rastro alguno de su existencia, mitológico y audaz, se vio en la autoridad suficiente de partir a estos extraños seres en dos, para convertirlos así, en seres individuales de cuatro extremidades, como lo somos hoy. Y los repartió por el continente con fin de dispersarlos y tener más seguidores para su culto.

Platón pensó en algún momento, que al vernos dispersos por el mundo gracias al mandato de Zeus, viajamos en la constante búsqueda de nuestra mitad cercenada, de nuestro antiguo componente del extraño ser de ocho extremidades, de la mitad de nuestro todo: cuerpo, alma, conciencia y demases.

Al encontrarse se abrazaban fuertemente, mirándose fijamente a los ojos para reflejar así su rostro en el iris del otro.
Abrazados tan fuerte por miedo de que alguien osara volver a separarlos, morían de hambre uno en los brazos del otro.



Y aquí sigo yo, esperando a que alguien me encamine para abrazarme a esa mitad mutilada de mi cuerpo. Rogando que se encuentre en el mismo país que yo, o al menos, en el mismo continente. Que no haya muerto, o aun peor, que no haya sido esa persona que se fue de mi lado.
Tendré presente que si lo encuentro no habrá nadie que nos separe, trataré de no abrazarlo por tanto tiempo para no morir de hambre en sus brazos. Y si alguien, por favor, conoce mi mitad, en caso de que sea parecido a mi en gusto o apariencia, que lo envíe directo a Maipo 433, que lo he esperado toda mi vida, y aquí seguiré esperando.