jueves, noviembre 23, 2006

yo todavia siento.

Ya paso una semana desde la última vez que lo vi.
Guarde su rostro mas frío en el corazón, tratando de que fuera su último rostro el que me hiciera olvidar los anteriores. Pero dentro de los recuerdos no hay nada que se pueda borrar, ni las palabras, los lugares, las caricias, ni el dolor.
Yo me enamore, y reconocerlo ahora que nada de eso esta de mi lado, duele.
Se que todos saben lo que es la angustia, sea la angustia que sea, pero no es difícil de sentir cuando te han roto sueños.
Quiero ver ese pasado como si no fuera el mío, quiero mirar hacia atrás y no verme a mi tomada de su mano, quiero recordarlo a el sobre su cama pero no estando yo entre sus brazos.
Imposible, porque fui yo quien estaba junto a el cada día que lo vi.

Necesito convertir todo esto en odio, en molestia, en una ironía. Porque si sigo tocando el amor que hay acá adentro, poco será lo que deje atrás, y estaré esperando su arrepentimiento, dudoso arrepentimiento, que se que no llegara jamás, pero la idea de que alguna vez se acuerde de lo que fuimos mantiene intacto el amor, herido y parchado, pero aun así intacto.

Me dijo fríamente, olvídate.
Con eso me demostró que nunca me amo, que su amor era una pantalla multi-funcional de sentimientos inexistentes. Y yo la necia, creí en cada palabra que salio de su boca.
Impetuoso, jodido, pendejo, e irremplazable amor.
Que se pudra el en su futuro, que nunca encontrara lo que busca porque no sabe a donde va. Que lo dañen mil veces seguidas, que no sea él el victimario, que no olvide jamás cuando sufra.
Que sueño con ver su vida destrozada, hecha mierda por sus decisiones adolescentes, que cada paso que de sea un error para su vacía vida.
Porque yo se lo que quiero y a donde voy. Un poco desgraciada, despechada y con el corazón quebrado. Pero él, ciego, nublado e impertinente, pasaran años para que sepa a donde esta y lo que perdió a causa de su necia madurez emocional.

domingo, noviembre 05, 2006

a.

En mis manos primó el deseo de apretar tu cuello hasta asfixiarte, pero el remordimiento de pensarte muerto calmó el deseo para un día más. Hiciste de mi un asesino profesional, te fuiste y dejaste esa necesidad de que lo inservible debe morir.

No es que no sirvas, pero ya no me eres útil en la práctica de acariciarte y de hacer sulfurar tus sentidos hasta que tu sangre hierva haciendo reventar tus venas

No quiero sentir la culpa inocente de dañarte una vez más, sin intenciones fijadas desde un comienzo y menos sin planear un asesinato sin huellas y pruebas de haber sido yo tu asesino.

Agrietaste mi pasión, rompiste sin más remordimiento mi deseo de ser deseable, de hacerme ver envidiable ante los demás. Disminuiste mi ego y me dejaste enterrada bajo mil absurdos pensamientos innegables, pero olvidables.

Tan olvidables como el recuerdo que dejé plasmado en tu retina, de cuando solíamos engañar a la gente solo por diversión, de salirnos con la nuestra. De hacer parecer que lo nuestro no era mas que una amistad, pero que detrás de nuestra falsa ironía era un amor apetecible por cualquiera.

Pero no nos costo caer y mientras lo hacíamos me reventabas con palabras sucias y empolvadas, que ya no quisiera oír jamás.